La Iglesia es una institución llena de belleza y grandeza. Su labor principal es cantar y proclamar esta hermosura ante el mundo. A través de sus acciones y enseñanzas, la Iglesia busca mostrar la grandeza de Dios y su amor por la humanidad.
La belleza de la Iglesia
La Iglesia es una comunidad de creyentes que se reúnen para adorar a Dios y vivir de acuerdo a sus enseñanzas. Su belleza radica en su diversidad y unidad. La Iglesia está compuesta por personas de diferentes culturas, razas y trasfondos, pero todos están unidos en su fe en Jesucristo.
Cantar la hermosura y grandeza de la Iglesia
Una de las labores principales de la Iglesia es cantar la hermosura y grandeza de Dios. A través de la música y la adoración, la Iglesia expresa su amor y gratitud hacia Dios. Los himnos y cánticos son una forma de alabar a Dios y recordar su amor y fidelidad.
Ayudar a presentar a la Iglesia tal cual es ante la vista de todos
La Iglesia también tiene la responsabilidad de presentarse ante el mundo tal cual es. Esto implica mostrar tanto sus virtudes como sus debilidades. La Iglesia no es perfecta, pero busca ser un reflejo de la gracia y el amor de Dios. A través de su testimonio y servicio, la Iglesia busca mostrar al mundo el amor y la misericordia de Dios.
Apoyo al liderazgo eclesiástico
La Iglesia también tiene la labor de apoyar al liderazgo eclesiástico, especialmente al Papa y los Obispos. Estos líderes son elegidos por Dios para guiar y pastorear a la Iglesia. La Iglesia tiene la responsabilidad de orar por ellos y apoyarlos en su labor.
Ayudar al Papa y los Obispos con todo lo que Dios ponía en su alma para la Iglesia
El Papa y los Obispos son llamados por Dios para guiar a la Iglesia. La Iglesia tiene la responsabilidad de ayudarlos en su labor, apoyándolos con oraciones y acciones concretas. Esto implica estar dispuestos a colaborar en las iniciativas y proyectos que ellos propongan para el crecimiento y la expansión del Reino de Dios.
Sacrificio y entrega
La obra de la Iglesia también implica sacrificio y entrega. Los miembros de la Iglesia están llamados a ofrecer su vida y su cruz por el bien de los demás. Esto implica renunciar a nuestros propios deseos y comodidades para servir a los demás y vivir de acuerdo a los mandamientos de Dios.
Ofrecer su vida y su cruz
La Iglesia nos llama a seguir el ejemplo de Jesucristo, quien ofreció su vida y su cruz por la salvación de la humanidad. Esto implica estar dispuestos a sacrificar nuestras propias necesidades y deseos por el bien de los demás. A través de nuestro sacrificio y entrega, podemos ser instrumentos de la gracia y el amor de Dios en el mundo.
La obra de la Iglesia es cantar la hermosura y grandeza de Dios, presentarse ante el mundo tal cual es, apoyar al liderazgo eclesiástico y ofrecer nuestra vida y nuestra cruz por el bien de los demás. A través de estas acciones, la Iglesia busca ser un reflejo del amor y la misericordia de Dios en el mundo.