El pasado 6 de mayo de 2019, se ha realizado la entrega de la primera donación de obra inédita de Aurelio Suárez (Gijón, 1910-2003), al Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, con el fin de complementar y ampliar los fondos aurelianos actuales del Museo, el óleo Lucubración pictórica, de enero de 1945 y el gouache Cárcel, de 1946.
De una propuesta inicial de 19 obras –2 óleos, 4 gouaches, 12 bocetos y una obra gráfica–, se ha realizado una selección de 12, que son las que más encajan con el discurso e interés del Museo y que básicamente se centran en los años 30, 40 y 50 y representan una variada temática e iconografía aureliana.
PAÍS NEVADO, junio 1938
Gouache sobre papel. 350 x 470 mm
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
REGRESO, 1941
Gouache sobre papel. 350 x 470 mm
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
NOCHE DEL MARTES, agosto 1954
Gouache sobre papel. 350 x 470 mm
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
158. PLENILUVIO, mayo 1946
Gouache, tinta china y lápiz sobre papel. 170 x 230 mm
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
391. AVARICIA, 1946
Gouache, tinta china y lápiz sobre papel. 230 x 170 mm
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
760. ÓSMOSIS, 194
Gouache, tinta china y lápiz sobre papel. 230 x 170 mm
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
1288. MUJER CERRADA EN SU CASTIDAD, 1951
Gouache, tinta china y lápiz sobre papel. 170 x 230 mm
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
1360. CABALLO EN REPARACIÓN, 1951
Gouache, tinta china y lápiz sobre papel. 170 x 230 mm
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
1488. DESNUDO FEMENINO, 1952
Gouache, tinta china y lápiz sobre papel. 230 x 170 mm
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
1574. DIÁLOGO INCOMPRENDIDO, 1953
Gouache, tinta china y lápiz sobre papel. 230 x 170 mm
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
1684. ABSTRACCIÓN, 1955
Tinta china y lápiz sobre papel. 230 x 170 mm
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
1737. HOMBRE GALLINA, 1955
Gouache, tinta china y lápiz sobre papel. 170 x 230 mm
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
El pasado 22 de octubre de 2019, se ha realizado la entrega de la segunda donación de obras, 7 de ellas inéditas, de Aurelio Suárez (Gijón, 1910-2003), al Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, con el fin de, al igual que con la anterior donación, complementar y ampliar los fondos aurelianos actuales del Museo –1 óleo, 4 gouaches y 9 bocetos–.
De una propuesta inicial de 39 obras –5 óleos, 8 gouaches, 24 bocetos, una escultura y un libro decorado–, se ha realizado una selección de 12, y que al igual que con la anterior donación son las que más encajan con el discurso e interés del Museo y que básicamente se centran en los años 20, 30, 40 y 50 y que representan una variada temática e iconografía aureliana.
En esta donación cabe destacar tres piezas fundamentales y claves del legado aureliano, `Mundo oculto´ óleo de 1946 –el cuadro de mayor tamaño conocido pintado por Aurelio Suárez– y los gouaches `Teorema pictórico´ y `Crono pictórico´ de 1934, muy significativos por los textos manuscritos que contienen, reflejo de los pensamientos de Aurelio Suárez.
Mundo oculto, abril 1946
Óleo sobre lienzo. 73 x 92 cm
Depósito en el Museo de Bellas Artes de Asturias, sala 21 de la Ampliación. Retirado el 15.10.2019
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
Mundo oculto, 73 x 92 cm.
Mundo oculto es, sin ningún género de dudas, uno de los óleos más extraordinarios de Aurelio Suárez. Lo es, de entrada, porque se trata de una de las pocas obras que desborda el formato habitual de esta parte de su producción. Aurelio amplió en este caso los 38 por 46 centímetros en los que encerraba la minuciosa profusión de entidades y espacios de sus óleos hasta los 73 por 92 centímetros, como impelido por la necesidad de dar cabida a una abundancia y complejidad aún mayor. Personajes, paisajes y relaciones saturan esta superpoblada escena que viene a ser una especie de summa casi enciclopédica de la iconografía, las obsesiones y las maneras pictóricas aurelianas.
La composición se organiza de modo simétrico en torno a un marcado eje central en el que se distribuyen, de arriba abajo, la figura de la mitad superior de un cuerpo de mujer con el busto desnudo, una manzana roja que parece caer de su mano izquierda y que constituye el centro temático del cuadro, ligeramente por debajo del geométrico. En la parte baja de esa vertical aparece un rostro masculino cuyos rasgos recuerdan bastante a los de algunos autorretratos de Aurelio y más aún a los de su hermano Gonzalo, según quienes lo conocieron. Sobre esa efigie surgen unas alas y dos figuras con forma de huevo.
Tras la mujer, cruza en perpendicular ese meridiano central del cuadro un gran pez, y más atrás y sobre ellos, a modo de fondo, se abre un amplio paisaje fluvial con praderas, desiertos y profundos meandros encajonados en cantiles. La mujer aparece coronada con tres rostros humanos, dos de ellos simétricos y conectados a través de sus largas narices, de manera que el personaje de la izquierda introduce la suya en la nariz de la derecha. Enmarcan a la mujer dos largos brazos que surgen de ese trío y se posan sobre una superficie formada por la mitad inferior de otro cuerpo femenino y su prolongación, del cual emerge la mujer como de detrás de una mesa. A su vez, bajo ella, vuelve a aparecer otro paisaje, pero este interior, con un horizonte marino sobre el que flota una esfera planetaria. A la derecha, Aurelio pintó una tercera marina, también confinada a un espacio interior y cerrado. Destaca también, en la esquina superior derecha, una estructura de aspecto orgánico que sirve de cobijo a un rostro bicorne y que, junto al azul pálido de los ríos y los cielos, marca un contrapunto de color respecto a los ocres rojos y verdes predominantes.
A ambos lados de la línea axial se agolpa una gran cantidad de figuras, la mayor parte de ellas rostros humanos deformados, grotescos o caricaturescos, aunque también aparecen personajes de cuerpo entero —como la mujer-pájaro sentada en el ángulo inferior izquierdo— o de medio cuerpo, como el hombre pensativo que aparece en el cuadrante superior izquierdo. Se encajan las unas en las otras sin dejar espacios vacíos: se acarician, se solapan, se abrazan o se conectan de formas muy diversas, y algunas de ellas funden partes del cuerpo con un rostro, como la gran mano de la derecha. Junto a imágenes de poderosa simbología como el del pez, en los intersticios de ese maremágnum antropomórfico aparecen algunos de los iconos recurrentes en Aurelio: el huevo, la concha marina, los conos truncados que sugieren tallos o conductos orgánicos…
El título —que valdría para tantas obras de Aurelio, incluso para la totalidad de su obra— alude también a su tema predilecto y constante: las interioridades de la imaginación, el ensueño o el deseo secretos, los seres y paisajes encerrados en el interior de la mente y sus dinámicas ajenas a las del mundo vigil. El varón de la parte inferior es sin duda el sujeto que vive este Mundo oculto, pero la preeminencia de la figura femenina y la manzana, con su simbolismo tentador y sexual, es la que parece poner en marcha todo lo que sucede en él; una connotación que cobra especial fuerza por contraste con la evidente inspiración religiosa de la composición, construida como una pintura de altar con el equivalente al Pantocrátor o al Cristo rodeado de su corte celestial y la partición entre el mundo y el submundo. A la interpretación del espectador queda si se trata de una especie de sacralización del universo subconsciente, un paraíso, un infierno o una curiosa versión del tema clásico de las tentaciones a santos y eremitas. Un erotismo extraño convive con referencias populares, esotéricas o de la tradición pictórica, bajo el barniz mixto de poesía y humor propio de la obra aureliana.
En cualquier caso, se trata de un pórtico singularmente apto para entrar por primera vez en el mundo de Aurelio porque presenta de un modo sintético, organizado e incluso en cierto modo jerarquizado buena parte de sus contenidos y sus registros. Y, en el otro extremo y por el mismo motivo, es también un cuadro de interés excepcional para los conocedores del pintor: un hermano, en efecto, al menos en el sentido simbólico, de ese hombre del extremo inferior del cuadro, cuya cabeza parece proyectar a su alrededor el organizado pandemónium de su imaginación, tentado permanentemente por la fantasía y el demonio de la creación; el mismo mundo que el resto de los mortales mantenemos inarticulado, sin forma precisa y siempre oculto, pero que Aurelio eligió configurar, ordenar y mostrar, en pocas obras suyas con tanta rotundidad como en esta.
JUAN CARLOS GEA MARTÍN
HORA CERO, 1927
Gouache sobre papel. 350 x 470 mm
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
NUESTRO EQUIPAJE, 1930
Gouache sobre papel. 350 x 470 mm
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
TEOREMA PICTÓRICO, 1932
Gouache sobre papel. 350 x 470 mm
Depósito en el Museo de Bellas Artes de Asturias, sala 21 de la Ampliación. Retirado el 15.10.2019
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
El gouache Teorema pictórico es una obra muy temprana de Aurelio Suárez que, no obstante, se cuenta entre las más peculiares de su muy dilatada producción. Al igual que en otras dos piezas igualmente relevantes para entender sus posiciones creativas (los gouaches Crono pictórico, 1934 y Tortura, 1947), en Teorema pictórico la escritura aparece a la vez como un recurso literario y recurso plástico; y, como en el primero de los dos aguazos citados, en su interior Aurelio declara uno de los principios esenciales de su pintura, al que se atendría durante toda su vida artística.
Así, el verdadero interés de este Teorema pictórico no reside tanto en las dos figuras que aparecen en la obra –un caballo y una entidad humanoide de dos cabezas– pintadas muy esquemáticamente en un campo de espigas, sino en el texto que se repite de modo obsesivo, línea tras línea, hasta llenar por completo el fondo de la imagen: “Pintar no es copiar la Naturaleza, es representar gráficamente lo que imagina nuestro cerebro”. Es el precepto que en otra ocasión condensaría aún más como “pintar ideas”; una poética en cuya asunción Aurelio mostraba ya muy tempranamente una sintonía muy profunda con los movimientos prevanguardistas y vanguardistas de su tiempo.
Como todos ellos, Teorema pictórico es una proclama de emancipación ante los principios académicos de la mímesis dominantes en las artes plásticas occidentales desde el Renacimiento, y en particular el realismo hegemónico en la mayor parte del XIX. Al enarbolarla, Aurelio se suma a las corrientes que, como el surrealismo, buscaban en la vida mental y en la recombinación imaginativa de los elementos de la realidad cotidiana nuevos cauces y efectos para las artes. Hay que recordar que en esos primeros años de la década de los treinta, Aurelio vivió en Madrid, donde cursaba estudios de Medicina, y pudo acceder de primera mano tanto a la pintura que se exhibía en el Prado como a las exposiciones y los debates de aquellos años en los que España empezaba a recibir la influencia de la revolución vanguardista europea.
Aurelio presenta esa toma de postura personal como un “teorema”, invistiéndola de un tono riguroso y vinculante propio del lenguaje científico. Por supuesto, nada hay de teorema en ello: faltan los supuestos y el estricto razonamiento lógico que debería de preceder, en rigor, al enunciado de la tesis a la que llegaría realmente cualquier teorema; pero lo que cuenta es que Aurelio lo enuncie justamente de este modo, con esa solemnidad y economía, con esa insistencia: no como un capricho personal sino como una ley científica a la que hay que atenerse y a la que él, sin ningún titubeo, se atuvo siempre. Y, por otra parte, la repetición ad nauseam del precepto tiene algo de salmodia, de recordatorio que uno mismo quiere repetirse para fijarlo en su mente, casi como ese viejo castigo escolar que consiste en la repetición de algún precepto o mandato hasta dejarlo bien acuñado en la conducta.
Pero desde un punto de vista estrictamente plástico, esa repetición de un motivo confiere a Teorema pictórico una particular textura –y “textura” refiere a “tejido”– de grafismos que surcan el espacio del dibujo y le confieren una suerte de ritmo entre lo decorativo y lo musical. En esa densa trama de trazos, las dos figuras y las espigas resultan una presencia anecdótica, de significado inespecífico. De hecho, podrían ser otras; lo que cuenta en realidad es el modo en que están ejecutadas, la tosquedad infantil y la libertad imaginativa con la que se enuncia, a modo de ejemplo práctico, que en esta misma obra se está enunciando el precepto y se está cumpliendo lo que dicta: “representar gráficamente lo que imagina nuestro cerebro”, y no otra cosa.
JUAN CARLOS GEA MARTÍN
CRONO PICTÓRICO, 1934
Gouache sobre papel. 350 x 470 mm
Depósito en el Museo de Bellas Artes de Asturias, sala 21 de la Ampliación. Retirado el 15.10.2019
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
De todas las obras en las que Aurelio utilizó el recurso de incorporar un texto escrito como parte de una pintura, Crono pictórico es, sin duda, la más importante en cuanto al contenido y el significado de la inscripción que se incluye en ella.
El gouache representa una grotesca figura humana claramente influenciada por los cánones cubistas y postcubistas, cuyo rostro está dotado de cuatro ojos: dos en su lugar convencional y otros dos entre el extremo de una larga y retorcida nariz y una gran boca abierta de labios rojos y dientes separados. El brazo derecho parece posado en una mesa, y la mano sostiene una hoja escrita, doblada en dos, con un texto que pasa de una mitad a otra de la hoja, como en un libro. Es difícil interpretar qué hace la mano izquierda, tremendamente deforme; quizá la cabeza se apoya en ella, o quizá sirve de pantalla para atender al reloj que ocupa el cuarto superior derecho de la composición; un mecanismo de aspecto orgánico cuya esfera está ocupada en su centro por una forma trilobulada cuyos dos extremos superiores contienen dos puntos negros con dos minúsculos brillos blancos en forma de ojos. El eje de las agujas se inserta en el centro de esta figura, y de él irradian tres ramificaciones con aspecto de capilares circulatorios. El reloj señala las cinco.
Pero lo esencial del gouache es lo que aparece escrito en la hoja. Se trata del final de una carta firmada por el propio Aurelio Suárez con el nombre invertido y su rúbrica en forma de pez. La transcripción literal del texto es la siguiente: en la primera mitad, “y te diré que, la máquina fotográfica, ha hecho de la pintura realista, “algo” inútil y sin razón de ser Y nada”; en la segunda, “mas p hoy Tu amigo”, seguido de la firma y una postdata: “P.D. Pinta lo que quieras y como quieras”. El “por” que se deduce por contexto al principio de la segunda mitad del texto está tapado por uno de los dedos de la mano que sostiene el papel.
La carta contiene, pues, una doble y radical declaración firmada por Aurelio y formulada a modo de consejo para el destinatario, ese ser extraño, que ignoramos si es el trasunto de algún artista allegado o amigo del pintor gijonés. La primera de esas establece una emancipación de la pintura respecto a la tarea que le encomendaba la estética realista –la reproducción fiel y veraz de la realidad exterior– apoyándose en una argumentación común en el clima intelectual de las vanguardias: la fotografía era capaz de cumplir esa tarea de copia con mucha más veracidad que la pintura. A partir de ahí Aurelio hace su segunda y más importante declaración, lo que podría describirse como la formulación de un principio de “anarquismo estético”: el campo de la pintura ha quedado completamente abierto para el pintor, que puede asumir a voluntad cualquier asunto o cualquier procedimiento sin sujetarse a cánones, reglamentaciones, prescripciones, ni juicios.
¿Y el reloj? La interpretación es muy incierta. Quizá signifique, para el personaje que lee la carta, una hora cero, el punto de partida renovado de una pintura que se sujete a la libertad que le recomienda Aurelio. Imposible saber si el personaje va a seguir esos principios. Aurelio los siguió a rajatabla durante toda su vida.
JUAN CARLOS GEA MARTÍN
IDEA PENETRANDO EN LA MENTE DE UN BURRÓLOGO, septiembre de 1952
Gouache y tinta china sobre papel. 470 x 350 mm
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid6
VIDA SILENCIOSA DE LAS FLORES, junio 1954
Gouache sobre papel. 350 x 470 mm
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
144. CAMPESINO, 1946
Gouache, tinta china y lápiz sobre papel. 170 x 230 mm
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
414. DOCTOR HONORISCAUSA, 1947
Gouache, tinta china y lápiz sobre papel. 230 x 170 mm
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
1696. MÓVILES, 1955
Gouache, tinta china y lápiz sobre papel. 170 x 230 mm
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
1709. HOMOCERDUS VULGARIS, 1955
Gouache, tinta china y lápiz sobre papel. 170 x 230 mm
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
La tragedia de Mácbeth. W. Shakespeare. Calpe. Madrid, 1920
Firmado y sin fecha. Gouache y tinta/varios tipos de papel. Medidas libro: 15,8 x 11 x 1,5 cm
Lo encuadernó Gonzalo Suárez Fernández
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
La tragedia de Mácbeth. W. Shakespeare. Calpe. Madrid, 1920
Firmado y sin fecha. Gouache y tinta/varios tipos de papel. Medidas libro: 15,8 x 11 x 1,5 cm
Lo encuadernó Gonzalo Suárez Fernández
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
La tragedia de Mácbeth. W. Shakespeare. Calpe. Madrid, 1920
Firmado y sin fecha. Gouache y tinta/varios tipos de papel. Medidas libro: 15,8 x 11 x 1,5 cm
Lo encuadernó Gonzalo Suárez Fernández
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
La tragedia de Mácbeth. W. Shakespeare. Calpe. Madrid, 1920
Firmado y sin fecha. Gouache y tinta/varios tipos de papel. Medidas libro: 15,8 x 11 x 1,5 cm
Lo encuadernó Gonzalo Suárez Fernández
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
La tragedia de Mácbeth. W. Shakespeare. Calpe. Madrid, 1920
Firmado y sin fecha. Gouache y tinta/varios tipos de papel. Medidas libro: 15,8 x 11 x 1,5 cm
Lo encuadernó Gonzalo Suárez Fernández
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
La tragedia de Mácbeth. W. Shakespeare. Calpe. Madrid, 1920
Firmado y sin fecha. Gouache y tinta/varios tipos de papel. Medidas libro: 15,8 x 11 x 1,5 cm
Lo encuadernó Gonzalo Suárez Fernández
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
La tragedia de Mácbeth. W. Shakespeare. Calpe. Madrid, 1920
Firmado y sin fecha. Gouache y tinta/varios tipos de papel. Medidas libro: 15,8 x 11 x 1,5 cm
Lo encuadernó Gonzalo Suárez Fernández
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
La tragedia de Mácbeth. W. Shakespeare. Calpe. Madrid, 1920
Firmado y sin fecha. Gouache y tinta/varios tipos de papel. Medidas libro: 15,8 x 11 x 1,5 cm
Lo encuadernó Gonzalo Suárez Fernández
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
La tragedia de Mácbeth. W. Shakespeare. Calpe. Madrid, 1920
Firmado y sin fecha. Gouache y tinta/varios tipos de papel. Medidas libro: 15,8 x 11 x 1,5 cm
Lo encuadernó Gonzalo Suárez Fernández
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
La tragedia de Mácbeth. W. Shakespeare. Calpe. Madrid, 1920
Firmado y sin fecha. Gouache y tinta/varios tipos de papel. Medidas libro: 15,8 x 11 x 1,5 cm
Lo encuadernó Gonzalo Suárez Fernández
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
La tragedia de Mácbeth. W. Shakespeare. Calpe. Madrid, 1920
Firmado y sin fecha. Gouache y tinta/varios tipos de papel. Medidas libro: 15,8 x 11 x 1,5 cm
Lo encuadernó Gonzalo Suárez Fernández
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
La tragedia de Mácbeth. W. Shakespeare. Calpe. Madrid, 1920
Firmado y sin fecha. Gouache y tinta/varios tipos de papel. Medidas libro: 15,8 x 11 x 1,5 cm
Lo encuadernó Gonzalo Suárez Fernández
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
La tragedia de Mácbeth. W. Shakespeare. Calpe. Madrid, 1920
Firmado y sin fecha. Gouache y tinta/varios tipos de papel. Medidas libro: 15,8 x 11 x 1,5 cm
Lo encuadernó Gonzalo Suárez Fernández
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
La tragedia de Mácbeth. W. Shakespeare. Calpe. Madrid, 1920
Firmado y sin fecha. Gouache y tinta/varios tipos de papel. Medidas libro: 15,8 x 11 x 1,5 cm
Lo encuadernó Gonzalo Suárez Fernández
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
La tragedia de Mácbeth. W. Shakespeare. Calpe. Madrid, 1920
Firmado y sin fecha. Gouache y tinta/varios tipos de papel. Medidas libro: 15,8 x 11 x 1,5 cm
Lo encuadernó Gonzalo Suárez Fernández
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
La tragedia de Mácbeth. W. Shakespeare. Calpe. Madrid, 1920
Firmado y sin fecha. Gouache y tinta/varios tipos de papel. Medidas libro: 15,8 x 11 x 1,5 cm
Lo encuadernó Gonzalo Suárez Fernández
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
La tragedia de Mácbeth. W. Shakespeare. Calpe. Madrid, 1920
Firmado y sin fecha. Gouache y tinta/varios tipos de papel. Medidas libro: 15,8 x 11 x 1,5 cm
Lo encuadernó Gonzalo Suárez Fernández
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
La tragedia de Mácbeth. W. Shakespeare. Calpe. Madrid, 1920
Firmado y sin fecha. Gouache y tinta/varios tipos de papel. Medidas libro: 15,8 x 11 x 1,5 cm
Lo encuadernó Gonzalo Suárez Fernández
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
La tragedia de Mácbeth. W. Shakespeare. Calpe. Madrid, 1920
Firmado y sin fecha. Gouache y tinta/varios tipos de papel. Medidas libro: 15,8 x 11 x 1,5 cm
Lo encuadernó Gonzalo Suárez Fernández
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
La tragedia de Mácbeth. W. Shakespeare. Calpe. Madrid, 1920
Firmado y sin fecha. Gouache y tinta/varios tipos de papel. Medidas libro: 15,8 x 11 x 1,5 cm
Lo encuadernó Gonzalo Suárez Fernández
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
La tragedia de Mácbeth. W. Shakespeare. Calpe. Madrid, 1920
Firmado y sin fecha. Gouache y tinta/varios tipos de papel. Medidas libro: 15,8 x 11 x 1,5 cm
Lo encuadernó Gonzalo Suárez Fernández
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
La tragedia de Mácbeth. W. Shakespeare. Calpe. Madrid, 1920
Firmado y sin fecha. Gouache y tinta/varios tipos de papel. Medidas libro: 15,8 x 11 x 1,5 cm
Lo encuadernó Gonzalo Suárez Fernández
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
La tragedia de Mácbeth. W. Shakespeare. Calpe. Madrid, 1920
Firmado y sin fecha. Gouache y tinta/varios tipos de papel. Medidas libro: 15,8 x 11 x 1,5 cm
Lo encuadernó Gonzalo Suárez Fernández
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
La tragedia de Mácbeth. W. Shakespeare. Calpe. Madrid, 1920
Firmado y sin fecha. Gouache y tinta/varios tipos de papel. Medidas libro: 15,8 x 11 x 1,5 cm
Lo encuadernó Gonzalo Suárez Fernández
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
La tragedia de Mácbeth. W. Shakespeare. Calpe. Madrid, 1920
Firmado y sin fecha. Gouache y tinta/varios tipos de papel. Medidas libro: 15,8 x 11 x 1,5 cm
Lo encuadernó Gonzalo Suárez Fernández
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
La tragedia de Mácbeth. W. Shakespeare. Calpe. Madrid, 1920
Firmado y sin fecha. Gouache y tinta/varios tipos de papel. Medidas libro: 15,8 x 11 x 1,5 cm
Lo encuadernó Gonzalo Suárez Fernández
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
La tragedia de Mácbeth. W. Shakespeare. Calpe. Madrid, 1920
Firmado y sin fecha. Gouache y tinta/varios tipos de papel. Medidas libro: 15,8 x 11 x 1,5 cm
Lo encuadernó Gonzalo Suárez Fernández
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
La tragedia de Mácbeth.
W. Shakespeare. Calpe.
Madrid, 1920. Firmado
y sin fecha. Firmado el libro
en págs. 15 y 175.
Lo encuadernó
Gonzalo Suárez Fernández. Gouache y tinta/varios tipos
de papel. Medidas libro:
15,8 x 11 x 1,5 cm. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
PAISAJE ANTITANQUE, 1941
Gouache sobre papel. 350 x 470 mm
TRINCHERA, 1950
Gouache sobre papel. 350 x 470 mm
El gouache Cárcel, ha sido la primera obra adquirida para su colección por el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía a partir de la exposición realizada en el mismo titulada Campo cerrado. Arte y poder en la posguerra española, 1939 - 1953, de la que formó parte en 2016 junto con el óleo Olor a soga de 1947.
CÁRCEL, 1946
Gouache sobre papel. 350 x 470 mm
Dentro de la larga serie de obras que, de un modo u otro, dedicó explícitamente a reflejar su ciudad natal, Aurelio consiguió en Cárcel una de las aproximaciones más singulares e inquietantes, a la vez que más crípticas, a la geografía gijonesa. La referencia a la ciudad no ha de resultar, ni mucho menos, evidente para quien no conociese directamente o haya tenido noticias del Gijón previo a la recuperación como parque público del cerro de Santa Catalina; pero resultará bastante obvia en caso contrario. Es bastante probable que cualquier gijonés de cierta edad recuerde ante este cuadro la peculiar geografía semiurbana de lo que previamente fueron instalaciones militares en el promontorio que se asoma al Cantábrico desde el barrio viejo de Cimadevilla: un peculiar enclave salpicado de blocaos, atalayas, casetas, alambradas…
De cualquier manera, esa clara referencia autobiográfica resulta en principio irrelevante ante la potencia plástica de esta composición cerrada, sofocante y amenazadora en la que una figura humana –un joven del que solo vemos el busto cortado por la mitad en vertical en el extremo derecho de la obra, mirando de frente al espectador con gesto neutro– aparece de espaldas a un sistema de muros grises que parecen trazar un corredor o trinchera. Sobre ellos se alza una caseta de vigilancia y se vislumbra un pequeño triángulo de horizonte marino y una franja de pradera que, lejos de aliviar la impresión de encierro, la aumentan por contraste. El horizonte aparece muy arriba, inalcanzable tras los muros de hormigón. Esa cualidad opresiva de Cárcel, subrayada por su título, podría funcionar en un registro puramente simbólico como una suerte de alegoría sobre cualquier inespecífica angustia existencial. Pero resulta mucho más intensa si se tiene en cuenta que ese paisaje ominoso que Aurelio esquematiza y depura aquí formaba parte de la ciudad real, y que la obra fue pintada en 1946, en los peores años de la posguerra.
Para reflejar metafóricamente ese mundo blindado y penitenciario Aurelio emplea una combinación de elementos muy recurrente en su pintura: la convivencia de composiciones puramente geométricas, figuras orgánicas y referencias paisajísticas en las que el horizonte siempre juega un papel muy destacado. Pero esta vez no se trata de una de sus escenas con predominio del elemento imaginario, sino que podría tratarse perfectamente de una representación bastante fiel, aunque esencializada en clave simbólica, de un paisaje real y objetivo en el Gijón de aquellos años.
La elocuencia de esta obra aumenta aún más si se la compara con visiones anteriores de la ciudad como el lugar melancólico pero amable que capta, por ejemplo, Gijón infantil, 1931. Significativamente, la inmensa mayoría de representaciones (explícitas) de la ciudad de Gijón en la pintura de Aurelio tenderían en lo sucesivo a un mayor realismo y riqueza gráfica, pero también a una menor profusión de colorido.
JUAN CARLOS GEA MARTÍN
CÁRCEL, 1946.
Gouache sobre papel.
350 x 470 mm
El pasado martes 2 de abril de 2019, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, ha adquirido para su colección en Subastas Segre de Madrid, el óleo Lucubración Pictórica, de 1945 y que se une al gouache Cárcel, de 1946, que a partir de la exposición Campocerrado (Madrid, 2016) de la que formó parte, también pertenece a los fondos del museo. Fue incluido por Aurelio Suárez, con el número 3 del catálogo, en la exposición realizada por él en las Salas de Bellas Artes de Artesanía Española de Bilbao, del 1 al 15 de octubre de 1960.
LUCUBRACIÓN PICTÓRICA, enero 1945
Óleo sobre lienzo. 38 x 46 cm
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
Con motivo de la remodelación de la colección permanente del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, en el Episodio 3, Campo cerrado, El pan y la cruz, Sala 400.02, podemos contemplar el gouache sobre papel, 350 x 470 mm, CÁRCEL de 1946, perteneciente a los fondos del Museo.
Colección - Episodio 3 - Campo cerrado - El pan y la cruz - Sala 400.02
CÁRCEL, 1946. Gouache sobre papel. 350 x 470 mm
CÁRCEL, 1946
Gouache sobre papel. 350 x 470 mm
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
Dentro de la larga serie de obras que, de un modo u otro, dedicó explícitamente a reflejar su ciudad natal, Aurelio consiguió en Cárcel una de las aproximaciones más singulares e inquietantes, a la vez que más crípticas, a la geografía gijonesa. La referencia a la ciudad no ha de resultar, ni mucho menos, evidente para quien no conociese directamente o haya tenido noticias del Gijón previo a la recuperación como parque público del cerro de Santa Catalina; pero resultará bastante obvia en caso contrario. Es bastante probable que cualquier gijonés de cierta edad recuerde ante este cuadro la peculiar geografía semiurbana de lo que previamente fueron instalaciones militares en el promontorio que se asoma al Cantábrico desde el barrio viejo de Cimadevilla: un peculiar enclave salpicado de blocaos, atalayas, casetas, alambradas…
De cualquier manera, esa clara referencia autobiográfica resulta en principio irrelevante ante la potencia plástica de esta composición cerrada, sofocante y amenazadora en la que una figura humana –un joven del que solo vemos el busto cortado por la mitad en vertical en el extremo derecho de la obra, mirando de frente al espectador con gesto neutro– aparece de espaldas a un sistema de muros grises que parecen trazar un corredor o trinchera. Sobre ellos se alza una caseta de vigilancia y se vislumbra un pequeño triángulo de horizonte marino y una franja de pradera que, lejos de aliviar la impresión de encierro, la aumentan por contraste. El horizonte aparece muy arriba, inalcanzable tras los muros de hormigón. Esa cualidad opresiva de Cárcel, subrayada por su título, podría funcionar en un registro puramente simbólico como una suerte de alegoría sobre cualquier inespecífica angustia existencial. Pero resulta mucho más intensa si se tiene en cuenta que ese paisaje ominoso que Aurelio esquematiza y depura aquí formaba parte de la ciudad real, y que la obra fue pintada en 1946, en los peores años de la posguerra.
Para reflejar metafóricamente ese mundo blindado y penitenciario Aurelio emplea una combinación de elementos muy recurrente en su pintura: la convivencia de composiciones puramente geométricas, figuras orgánicas y referencias paisajísticas en las que el horizonte siempre juega un papel muy destacado. Pero esta vez no se trata de una de sus escenas con predominio del elemento imaginario, sino que podría tratarse perfectamente de una representación bastante fiel, aunque esencializada en clave simbólica, de un paisaje real y objetivo en el Gijón de aquellos años.
La elocuencia de esta obra aumenta aún más si se la compara con visiones anteriores de la ciudad como el lugar melancólico pero amable que capta, por ejemplo, Gijón infantil, 1931. Significativamente, la inmensa mayoría de representaciones (explícitas) de la ciudad de Gijón en la pintura de Aurelio tenderían en lo sucesivo a un mayor realismo y riqueza gráfica, pero también a una menor profusión de colorido.
JUAN CARLOS GEA MARTÍN
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Autores en el museo nacional centro de arte reina sofía:
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