OBJETOS DE TRABAJO

Entre la mente y la obra

En cierta célebre tira de Mafalda, su pequeño hermano Guille, después de masacrar la casa de cabo a rabo con sus feroces garabatos infantiles, quedaba sorprendido ante la cantidad de cosas que “puede tener adentro un lápiz”. Con la concisión y la genialidad de un gran humorista, Quino atrapaba en esta magistral viñeta el sentimiento que a menudo apabulla al espectador, y puede que al propio artista, ante los productos de la creación humana: la relación, que en tantas ocasiones se antoja mágica o milagrosa, entre mente, mano, materia y obra. La tira de Quino viene a la memoria a la vista de los útiles y los materiales que utilizó Aurelio Suárez a lo largo de su vida. Son aparejos humildes, casi escolares, carentes por completo de la sofisticación y el aire ultraespecializado, entre lo científico y lo alquímico, que muchas veces presentan los artilugios y los materiales que atestan el taller del artista. Viéndolos –y suponiéndolos de nuevo en las manos de Aurelio, justo a mitad de camino entre la fecundidad de su imaginación y la infatigable actividad que le permitió dejar tras de sí una obra vastísima–, uno no puede menos que rendirse al mismo ingenuo asombro del pequeño Guille: parece mentira que todo un universo plástico como el aureliano saliese de la manipulación de esos pocos objetos y sustancias.

Y, sin embargo, lo que se creó con ellos, con ser tan abigarrado, multiforme, sorprendente e innumerable como es, se corresponde exactamente con lo que determinaron sus concretas y modestas condiciones materiales. La herramienta y la materia median entre la mente y la obra; están, en principio, al servicio de la primera para resolver la segunda; pero también determinan totalmente lo que puede hacerse y el modo concreto en que se hace. Todo artista sabe de esa resistencia que tantas veces parece algo más que mera resistencia pasiva y del modo en que las coerciones materiales acaban volviéndose unas paradójicas aliadas: el mejor acicate para la creatividad.

Desde este punto de vista, es de suponer que Aurelio eligió y utilizó exactamente aquellos medios que necesitaba para hacer lo que deseaba; pero, aun así, su obra resulta también ser aquella que pudo hacer con este repertorio de recursos, ciertamente básico y limitado. Lo cual, finalmente, engrandece el resultado. En realidad, la obra de Aurelio, a despecho de su variedad y su abundancia, es al cabo mucho menos extensa que intensa; y lo que posiblemente más cuenta en ella es esa intensidad: el hecho de que sea producto de una insistencia metódica, una rigurosa reincidencia cotidiana, sostenida, en cuanto a formas, motivos, formatos y técnicas que fue acumulando día tras día, noche tras noche, en su pequeño taller doméstico. De algún modo cabe pensar que Aurelio profesó a sus pinceles, sus recipientes, sus plantillas, sus soportes, la misma devoción fetichista con que su pasión de coleccionista impregnó los muchos objetos de su interés. Y que esa lealtad formó parte de la inquebrantable lista de lealtades a las que amarró su ejercicio artístico y su vida.

Sea como fuere, estos objetos son los útiles con los que supo encontrar y abrir los caminos, los puentes y los accesos más cortos y eficaces entre sus mundos mentales y su registro plástico en cualquiera de los géneros y formatos en los que trabajó.

 

Juan Carlos Gea Martín

Útiles para pintar óleos

Útiles para pintar gouaches

Útiles para pintar bocetos

Cajas y carpetas para almacenar óleos y gouaches

Carpeta para guardar gouaches

Baúl para transporte de obras a las exposiciones

Cajas para tubos de óleo

Paleta para óleo

Paleta para óleo

Tablero para pintar gouaches

Plantilla para cortar el papel de los bocetos

Estos dos muebles son los únicos que se han conservado del estudio de la calle Capua de Aurelio Suárez, una pequeña estantería y un armario con ruedas